Hace cinco días que estrenamos año y un par de días más desde que tuve la ocasión de subir a fotografiar a dos personajes entrañables de la cultura ilicitana: Calendura y Calendureta. Bueno, realmente mi visita fue únicamente a Calendura, pero no podía dejar de retratar al pequeño Calendureta, aunque para hacerlo tuve que recurrir a un teleobjetivo desde la Plaça de Baix.
Para quien no los conozca, Calendura y Calendureta son los autómatas encargados de tocar las campanas del reloj que hay en el extremo noreste de la Placa de Baix, donde se levanta la antigua torre de la Vetla integrada en la primitiva muralla de la ciudad y hoy integrada en conjunto arquitectónico del Ayuntamiento de Elche. Calendura (el más grande) toca las horas y Calendureta los cuartos.
Según indica José Soler en su obra “Valencia pintoresca y tradicional: Personajes, hechos y dichos … (Vol. 1)”, sus nombres provienen de la voz latina calendas, de la que procede la palabra calendario, por lo que de alguna manera están relacionados con la medida del tiempo, algo en lo que las campanas han tenido siempre la mayor importancia para indicar al pueblo el paso de las horas.
Desde 1759 han sido los encargados de tañer cada uno su campana, siendo bautizados por el pueblo de Elche como Miquel y Vicentet, nombres que adoptaron de los nombres iniciales de las campanas (Miguel y Vicente), aunque pronto cambiaron a sus nombres actuales, influidos seguramente por el calendario del antiguo reloj.
Más de dos siglos después, y después de varias restauraciones, arreglos e incluso un intento de suprimirlos por parte del Ayuntamiento en 1879, Calendura y Calendureta siguen dando las horas en la ciudad de las palmeras… y cada fin de año, Calendura nos trae las doce campanadas, ya que Calendureta –debido a su estado- no acompaña con los cuartos.
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